10/03/2016

PERDER ES UNA DE LAS EXPERIENCIAS MÁS DEVASTADORAS DE LA VIDA

¡Queridos Freezers!

Regreso con el segundo artículo basado en los títulos de la biografía de Ronda Rousey.

Por si te perdiste el primero, pincha aquí.


Con un buen café con cacao espolvoreado en forma de hoja otoñal reflexiono sobre el acto de perder.

Perder es una de las peores sensaciones que se pueden apoderar de nosotros ¿verdad?

No porque lo diga Ronda Rousey, sino porque es verdad. Quien lo ha experimentado lo sabe…

¿Habéis perdido alguna vez?

Perder un empleo, un sueño, a personas que creíamos que eran importantes para nosotros, nuestro modo de vida, un combate, una lucha…

Sentirnos derrotados es una de las peores cosas que nos puede suceder e inevitablemente nos cambia por dentro. A mayor es la pérdida, mayor es el sentimiento de indefensión frente al mundo.

Perder nos deja totalmente vacíos, temerosos, expuestos, con muchos interrogantes balanceándose en nuestro cerebro. Sin saber cuál será el siguiente paso que pronuncien nuestros pies. Sin saber por dónde hemos de caminar. Si saber si podremos llegar a dónde queremos.

Pero hoy quiero hablar de otro tipo de pérdida. De la que conllevar perder a una persona vital para nosotros.

Según Ronda: “perder a un ser querido supera cualquier derrota”.

El capítulo que corresponde a este título y que ha dado cuerda a una nueva reflexión entre las huellas de un café bien cargado en el paladar, fue el que más me hizo conectar con ella durante mi lectura. Es uno de mis capítulos favoritos de la biografía, quizá porque yo también sé lo que es perder a un padre.

¿Habéis perdido a algún ser querido? ¿Habéis perdido a alguna persona que lo era todo en vuestra vida? ¡Seguro que sí!

Entonces entenderéis mis palabras…

Pero no perdiéndolo porque haya decidido marcharse a algún lugar o haya roto su relación con nosotros. Perdiéndolo sin querer perderlo, porque la muerte os haya separado…

Esa sensación es la más devastadora para el corazón, para el alma y para la sangre.

¿Verdad?

¡Os lo aseguro!

El corazón se rompe en tantos pedazos que resulta imposible volverlo a reconstruir.

El alma se agrieta de tal manera que somos conscientes de que no habrá nada que llene el vacío que esa persona dejó al marcharse.

La sangre se escarcha y nos hace sentir que ya no volveremos a ser la persona que éramos, nunca. 

Porque una parte de nosotros mismos también murió en ese momento. En ese instante en el que sabes que sus ojos se cerraron para no abrirse más, en el que tienes la certeza de que el murmuro de su voz será un eco que no volverás a escuchar. Muere la persona que éramos hasta entonces junto a esa persona especial. Muere la persona que podíamos haber sido a su lado.

El vacío que nos sacude cuando perdemos a un ser al que amamos con todas nuestras fuerzas es inmenso. Infinito. Indescriptible. Nos descoloca de tal manera, nos rompe con tanta intensidad, que ya no volvemos a ser los mismos. 

Quedamos en estado de shock durante mucho tiempo. Y lo más probable es que nunca nos recuperemos del todo de esa pérdida porque condicionará cada decisión que tomemos, cada miedo que tengamos, cada aliento de nostalgia, cada lamento, cada arruga en el corazón, cada minuto de añoranza, cada abrazo que necesitamos y no tenemos.

Sin embargo, puedo aseguraros de que es verdad eso que dicen de que lo que no te mata te hace más fuerte.

Aprender a vivir sin esa persona, ser capaces de encontrar nuevas sonrisas, enfrentar cada nuevo día con ganas de vivir, de seguir en pie luchando por lo que realmente anhelamos, nos convierte en una nueva persona. En una persona que posiblemente no seríamos si no hubiésemos perdido con esa magnitud.

Sentir que nos hemos reconstruido aunque sea un poquito frente a esa inmensa adversidad nos hace percatarnos de nuestra valía interior. Eso que nosotros descubrimos con el paso del dolor y del tiempo y que reconocemos en esos momentos en los que nos da por hablar con nosotros mismos. Eso de lo que nadie podrá ser consciente jamás por más que intenten descifrar lo que esconde nuestras pupilas.

Solo el que ha tenido que decir adiós a un ser querido sabe lo que es perder realmente.

Solo el que ha sentido ese dolor devastador apretándole fuertemente el pecho, sabe lo que significa una verdadera derrota. Todo lo demás se puede esquivar, la muerte es invencible.

Y de nada sirven las lágrimas derramadas, de nada sirve gritar lo más alto que nos soporte nuestra garganta, ni dar puñetazos para aliviar toda la ira y el dolor. Es el tiempo quien cierra un poco las cicatrices. Es el tiempo y su vaivén quien nos enseña a ser una nueva versión de nosotros mismos.

Después de habernos sentido muertos, después de habernos sentido devastados y totalmente perdidos, como desanclados del universo, miramos al mundo con ojos distintos. Ni mejor ni peor. De forma muy distinta.

Las decepciones ya no duelen igual. Nos llevamos chascos pero no nos derrumbamos.

Los problemas ya no nos parecen tanto problema. 

Nos volvemos fríos. Nuestro corazón es mitad escarcha.

Sabemos que somos guerreros capaces de encontrar salida a cualquier desventaja.

Y entendemos que ser guerreros no es ponerse unos guantes y golpear un saco de boxeo (aunque ayude bastante a creérselo, al menos a mí), ser un guerrer@ es haberse sentido muy muert@ y sentirse viv@ otra vez.

Nos volvemos fríos y nuestro corazón es mitad escarcha. Somos muy conscientes realmente de que no habrá nada que nos duela tanto como perder a quien amábamos y seguiremos amando de por vida. Porque incluso tras esa pérdida hemos sido capaces de encontrarnos a nosotros mismos otra vez. De resurgir, de reubicar nuestra esencia, de seguir.

Nos volvemos fríos y nuestro corazón es mitad escarcha, pero ahí seguimos, viviendo a pleno pulmón, con todas nuestras ansias, siendo capaces de amar con todas nuestras fuerzas con la otra mitad.

PERDER A UN SER QUERIDO ES LA EXPERIENCIA MÁS DEVASTADORA DE LA VIDA, pero también es la que más te enseña. De todo se aprende. De todo lo malo que nos sucede se puede sacar algo positivo.

Perder te enseña cosas de la vida que no conocías, te demuestra qué personas están a tu lado y las que nunca estarán, te demuestra la importancia de los que siguen contigo día a día, aunque a momentos no se comporten como hubiéramos deseado, te enseña quién eres en realidad, lo que puedes llegar a ser y lo que nunca serás.

Perder a un ser querido es la derrota más dolorosa. Es la única batalla para la que nunca estaremos preparados. Por más que intentemos concienciarnos, por más que intentemos anticiparnos, cuando la muerte golpea rompe todos nuestros esquemas y nuestras estrategias.

¡Un beso congelado!

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