Hoy quiero reflexionar sobre las caídas y las
levantadas.
¿Cuántas veces os habéis caído al suelo? ¿Cuántas veces os habéis sentido superados y derrotados por las circunstancias, los problemas o las discusiones?
¿Cuántas veces os habéis caído al suelo? ¿Cuántas veces os habéis sentido superados y derrotados por las circunstancias, los problemas o las discusiones?
La vida, más tarde o más temprano, te hace caer para
que aprendas a levantarte. Es una de sus grandes lecciones.
La primera vez duele. Y mucho. Pero ya se sabe que
lo que no te mata te hace más fuerte, y el tiempo acaba curando todas las
heridas.
Con el avanzar de los latidos pueden llegar a suceder
dos cosas. Que cada caída te haga más daño y sientas que tu corazón está a
punto de estallar para siempre o que tras el golpe tardes menos tiempo en levantarte.
Lo que está claro es que siempre sacamos la fuerza
interior que llevamos dentro y tras haber estado un ratito de rodillas acabamos
por levantarnos de nuevo, con la cabeza bien erguida, el puño en alto, a veces
sonriendo, otras sin embargo con el alma repleta de nuevas cicatrices. Está en
nuestra naturaleza sobrevivir hasta el último suspiro.
Aunque muchos ceden ante la presión y prefieren
reptar por el suelo antes que ponerse de pie, creo que la mayoría acabamos
convirtiéndonos en malabaristas.
El ser humano es cabezota, ansioso, tan pesimista
como optimista, creyente de la esperanza, del cambio, de la resistencia. O al
menos la mayoría. ¿No me creéis? ¡Poned el telediario! La gran mayoría seguimos
resistiendo aunque intenten pisotearnos de la manera que sea.
Hay quienes tropezamos con la misma piedra tantas
veces que al caernos ya no nos duele como la primera vez.
¿Os ha pasado? ¿Sentir que en algunas cosas
avanzamos, pero en otras seguimos anclados?
La primera vez que te caes es devastadora, pero
después aprendes a elevarte y encontrarle incluso el lado bueno a esos errores
perpetuos.
El sentimiento que te deja en la piel es como cuando
te golpeas con un muro de piedra invisible. La primera vez te duele de cojones
pero a medida que te golpeas una y otra vez el dolor se adormece hasta que
pierdes la consciencia y ya no sientes nada.
Puede que sea justo eso, que con el paso de los años
nos volvemos un poco más inconscientes, más peligrosos, un poco más locos, y
por eso ya no sentimos el dolor de la misma manera. Con el tiempo las heridas
no son tan profundas, aprendes a pasar, a que ciertas cosas te resbalen, a
anestesiarlas con recuerdos y sonrisas.
Qué importantes son las sonrisas ¿verdad?
Dice un proverbio japonés que si te caes siete veces has de levantarte ocho.
Dice un proverbio japonés que si te caes siete veces has de levantarte ocho.
En mi caso, ya perdí la cuenta de las veces que me tropecé con algunos muros.
Llamadme gilipollas por no aprender, pero sigo
tropezando.
Y estoy segura de que vosotros también tenéis ese
muro invisible con el que os seguís dando de hostias de vez en cuando.
Tropezar.
Caer.
Levantarnos de nuevo.
En ello estamos cada uno de nosotros, en cada uno de
los días de nuestra vida. Porque llegamos al mundo para vivirla, para
exprimirla, para luchar por conseguir todo aquello que nos proponemos, para ser
guerreros. Y la vida no es fácil. Nos pone pruebas constantemente.
Guerreros de la vida y de los sueños.
Y tanto la vida como los sueños son de las cosas más
difíciles que nos vamos a encontrar. Si no fuera así, estoy segura de que no
serían tan gratificantes.
Por ese motivo tenemos que luchar, dejarnos la piel,
el sudor y las lágrimas por el camino de nuestro trasegar. Por eso debemos
resistir, perseverar, lanzarnos hacia el cielo cuando rozamos el suelo. Por eso
es obligatorio sacar nuestro carácter orgulloso y seguir peleando.
Porque no importan las metas, importa el camino que
recorremos y las personas que nos acompañan. Porque no importan las veces que
caigamos al suelo, lo que de verdad cuenta es cómo nos levantamos y que una vez
tras otra sigamos poniéndonos en pie. Sin ser cobardes, sin rendirnos, sin
dejarnos vencer.
No importan las batallas perdidas, la única
verdadera derrota es aquella cruzada que no se lucha dando todo de nosotros
mismos.
No importa el dolor. El dolor es algo psicológico.
Lo que ha de primar son las gotas de nuestra sangre tintineando con el latir del
corazón.
Si nos caemos siete veces tendremos que levantarnos
ocho. Diez. Mil. Infinitas.
Solo así podremos llamarnos guerreros.
¿Qué me decís?
¿Peleamos? ¿Somos guerreros? ¿Aprendemos a aguantar los golpes y a sacar los puños para hacer frente a las adversidades?
¡No porque lo diga un proverbio japonés! ¡Sino porque nosotros lo valemos!
¿Qué me decís?
¿Peleamos? ¿Somos guerreros? ¿Aprendemos a aguantar los golpes y a sacar los puños para hacer frente a las adversidades?
¡No porque lo diga un proverbio japonés! ¡Sino porque nosotros lo valemos!
¡Un copito caricia!
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