Hoy le doy cuerda a este artículo, con el café de la
mañana, gracias a una frase del general romano Publio Cornelio Escipión,
pronunciada a sus tropas antes de la última batalla contra Anibal.
A SOLAS LUCHAREMOS, A SOLAS VENCEREMOS…
La descubrí gracias a mi Sensei, Pedro Rodriguez,
y esas frases inspiradoras que tanto él como algunos de mis compañeros de Kick llevan
en sus pantalones de entreno.
Si algo he tenido claro desde que entré a formar parte
de la familia Bushido es que cada uno
de los que acudimos a entrenar: luchamos a solas y venceremos de la misma
manera.
Nos sentimos como en casa, rodeados de personas afines,
unas más que otras como es lógico en la vida, con las que las sonrisas y el
aprendizaje están asegurados, pero cada uno libramos nuestra propia batalla
interior.
No damos ni un paso atrás, solamente nos dejamos
arrinconar contra el espejo para desviarnos a coger nuevos impulsos, nuevas
fuerzas; y así seguir alerta.
En cuanto nos ponemos en fila para realizar el
saludo, Oss, el combate comienza. El contador de la lucha contra nosotros mismos
parpadea segundo a segundo.
Nos miramos en el espejo para hacer sombra, y aunque
muchos puedan ver en esto un simple gesto rutinario para perfeccionar golpes,
algunos lo que hacemos es perdemos en el reflejo de nuestra mirada que nos
muestra todos nuestros demonios.
Sonreímos e intentamos silenciarlos, dejar la cabeza
vacía, la mente fría y lo más en blanco posible. Tratamos de olvidar la rutina
y los problemas, y puñetazo a puñetazo vamos dejando atrás cualquier trazo de
discusiones, estrés, preocupaciones…
Con cada patada al aire vamos liberando tensiones y
adrenalina, y a cada suspiro rescatamos esa parte de nosotros mismos con la que
estamos a gusto. La felicidad comienza a susurrarnos que podemos conseguir lo
que queramos.
Con cada combinación junto a nuestra pareja de
entrenamiento, la concentración aumenta, la euforia parpadea y el cansancio
tras los golpes va haciendo mella hasta dejarnos extasiados tras el “sparring”.
No cambio por nada esas agujetas que se te quedan en
el cuerpo, después del ejercicio intenso, porque mi mente está completamente
vacía. Y es así como quiero que esté.
Cuando regresas a casa no eres la misma persona que
entró por la puerta.
Esos demonios que intentaban licuar tu cerebro ya no
existen, y si lo hacen son mucho más pequeñitos que cuando llegaste.
Todo cambia al cruzar la puerta corredera de madera.
Todo cambia cuando tus pies descalzos pisan el tatami
de cuadros amarillos y negros.
Por eso te falta algo dentro de ti cuando no
entrenas. Por eso echas en falta la sensación de hormigueo y de adrenalina
repiqueteando dentro de la sangre.
No solo echas de menos el entrenamiento y a tus
compañeros, sino que anhelas el cómo te sientes cuando te enfrentas a tus
miedos.
Porque sabes que aguantar los golpes te hace una
persona más fuerte, en mi caso una mujer mucho más fuerte de lo que era antes.
Porque después de entrenar todo se ve de distinta
manera, las discusiones y las decepciones ya no duelen igual. Duelen, sí.
Obvio. Pero no con la misma intensidad.
Luchamos a solas, venceremos a solas,
pero disfrutaremos de nuestra propia victoria junto a los compañeros que nos
rodean.
Porque ya no soy quién era.
Porque el Bushido es mi
refugio, mi segunda casa, ese lugar en el que a veces me dan más que mi propia
sangre. Porque tengo el mejor Sensei y los mejores compañeros de Kick que se
puede tener…
No podía cerrar el año en este blog sin agradecer
todo lo que he recibido en el Bushido Torrelavega. Gracias a Pedro Rodriguez, a Lourdes, a mis súper nenas y a todos los compis con los que me he dado de leches, por enseñarme tanto.
¿Por más hostias y sonrisas?
¡Un abrazo escarcha!
¡Adiós 2016! ¡Hola 2017!
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