10/17/2016

UNA DERROTA ES UNA DERROTA, PERO ES MEJOR CAER PELEANDO

¡Queridos freezers!

Un lunes más me encuentro con un café humeante frente a la pantalla del ordenador. Un documento en blanco espera llenarse de letras y mi mente en funcionamiento dicta palabras a trompicones. Un nuevo desvarío quiere nacer.

¿Os apetece leer?

¡Seguid!

¿Cuántas veces os habéis sentido derrotados?

O lo que es peor…

¿Cuántas veces habéis dudado si hacer algo o no por miedo al fracaso?

Seguro que la segunda pregunta os escuece un poco más que la primera. No es lo mismo hablar de las hostias que nos hemos dado que de las veces que ni siquiera nos hemos atrevido a luchar ¿verdad?

El ser humano está repleto de sueños y aspiraciones en su interior. O la gran mayoría de nosotros lo estamos. Soy de las que cree que hay un porcentaje que ni siquiera guarda un sueño en su corazón, de ahí la amargura que destila en su existencia, pero eso no es lo que nos ocupa hoy :P

Dentro de nuestro corazón laten un montón de deseos que inconscientemente nos ayudan a seguir en pie. Son los motores de nuestro día a día, nos motivan para seguir peleando, para ser mejores, para enfrentar todo lo que nos hace daño. Porque sabemos que al final nos estará esperando “nuestro sueño”. 

Son el motor de nuestra existencia. «¡Cueste lo que cueste!» Como decían Barón Rojo… 

A veces, por cualquiera que sea el motivo, nos sentimos sin fuerzas para pelear, nos sentimos 
desubicados, cansados, hartos de todo lo que nos rodea. Y es justo en ese preciso momento cuando nos replanteamos todo el camino que estamos construyendo, cuando las dudas aparecen, cuando los miedos acechan esperando nuestras lágrimas.

Crisis existenciales las tenemos todos. ¡Seguro! Hasta aquellos que creen que no las tienen porque soy muy fuertes y nunca se vienen abajo. ¡Já!

A veces nos preguntamos si deberíamos seguir paso a paso hacia esa dirección que anhelamos o detenernos.

¿Miedo al fracaso? ¿A no conseguir lo que queremos?

¿Paralizados?

Como dice Ronda, una derrota es una derrota, pero el sentimiento que nos provoca perder no es la misma sensación que se apodera de nosotros cuando ni siquiera lo hemos intentando.

Afortunadamente (o por desgracia, según se mire) conozco las dos opciones.

-Luchar por mi sueño y sentirme derrotada.

-No luchar por miedo al fracaso.

Todos sabéis que mi sueño es la escritura. Hace tiempo que pasó de ser un hobbie para mantener los sentimientos a raya, o una forma de no sentirme tan sola, a ser una necesidad, una obsesión en algunos momentos. Escribir es lo que me hace feliz, lo que me ayuda a sentirme realizada, a sentirme parte del mundo y lo que un día dejaré aquí, en la inmensidad de internet.

Sé lo que es que te digan que algo que has escrito no es apto para su concurso, que no da la talla, que no lo hayan elegido entre la lista de participantes para ser finalista.

Pero también sé lo que es que te digan que Sí. Que has ganado.

Que te publiquen un relato en papel. Que aquellas personas que deciden aventurarse en las locuras que escribes te digan que les gusta, y que sean sinceros y también te enumeren todos tus fallos, lo que mejorarían, lo que cambiarían. Eso significa que de verdad te han leído con todos sus sentidos alerta.

No solo han perdido su valioso tiempo en leerte, tiempo que, seamos sinceros, no volverán a recuperar nunca más, sino que además han puesto tanta atención que han ido más allá en tu historia.

Sé lo que es no enviar un proyecto por miedo a otra negativa, a que no me quieran leer, a que no les guste lo que he creado, a las críticas destructivas porque de las buenas críticas siempre se saca algo maravilloso.

¿Pero sabéis qué?

Una derrota es una derrota pero es mejor caer peleando. Es mejor ser consciente de que lo has dado todo por tu sueño. Aunque lo que escribes no guste a todo el mundo. Saber que te has dejado todas las fuerzas para conseguir lo que llevas dentro de la sangre hormigueándote la piel es el verdadero triunfo.

La vida está llena de derrotas, y lo seguirá estando hasta el día de nuestra muerte. No obstante es mejor sentirse derrotado pero no vencido, caer para después levantarse, pelear para sentirse guerrero, que no haber peleado por nada importante en toda nuestra vida.

¿Vosotros qué preferís?

¿Pelear y caer?

o…

¿No luchar?

Para mí: una derrota es una derrota, pero es mejor caer peleando.

Porque como decía el Che Guevara: No se vive celebrando victorias, sino superando derrotas. La única lucha que se pierde es la que se abandona.

¡Un abrazo de escarcha!

10/03/2016

PERDER ES UNA DE LAS EXPERIENCIAS MÁS DEVASTADORAS DE LA VIDA

¡Queridos Freezers!

Regreso con el segundo artículo basado en los títulos de la biografía de Ronda Rousey.

Por si te perdiste el primero, pincha aquí.


Con un buen café con cacao espolvoreado en forma de hoja otoñal reflexiono sobre el acto de perder.

Perder es una de las peores sensaciones que se pueden apoderar de nosotros ¿verdad?

No porque lo diga Ronda Rousey, sino porque es verdad. Quien lo ha experimentado lo sabe…

¿Habéis perdido alguna vez?

Perder un empleo, un sueño, a personas que creíamos que eran importantes para nosotros, nuestro modo de vida, un combate, una lucha…

Sentirnos derrotados es una de las peores cosas que nos puede suceder e inevitablemente nos cambia por dentro. A mayor es la pérdida, mayor es el sentimiento de indefensión frente al mundo.

Perder nos deja totalmente vacíos, temerosos, expuestos, con muchos interrogantes balanceándose en nuestro cerebro. Sin saber cuál será el siguiente paso que pronuncien nuestros pies. Sin saber por dónde hemos de caminar. Si saber si podremos llegar a dónde queremos.

Pero hoy quiero hablar de otro tipo de pérdida. De la que conllevar perder a una persona vital para nosotros.

Según Ronda: “perder a un ser querido supera cualquier derrota”.

El capítulo que corresponde a este título y que ha dado cuerda a una nueva reflexión entre las huellas de un café bien cargado en el paladar, fue el que más me hizo conectar con ella durante mi lectura. Es uno de mis capítulos favoritos de la biografía, quizá porque yo también sé lo que es perder a un padre.

¿Habéis perdido a algún ser querido? ¿Habéis perdido a alguna persona que lo era todo en vuestra vida? ¡Seguro que sí!

Entonces entenderéis mis palabras…

Pero no perdiéndolo porque haya decidido marcharse a algún lugar o haya roto su relación con nosotros. Perdiéndolo sin querer perderlo, porque la muerte os haya separado…

Esa sensación es la más devastadora para el corazón, para el alma y para la sangre.

¿Verdad?

¡Os lo aseguro!

El corazón se rompe en tantos pedazos que resulta imposible volverlo a reconstruir.

El alma se agrieta de tal manera que somos conscientes de que no habrá nada que llene el vacío que esa persona dejó al marcharse.

La sangre se escarcha y nos hace sentir que ya no volveremos a ser la persona que éramos, nunca. 

Porque una parte de nosotros mismos también murió en ese momento. En ese instante en el que sabes que sus ojos se cerraron para no abrirse más, en el que tienes la certeza de que el murmuro de su voz será un eco que no volverás a escuchar. Muere la persona que éramos hasta entonces junto a esa persona especial. Muere la persona que podíamos haber sido a su lado.

El vacío que nos sacude cuando perdemos a un ser al que amamos con todas nuestras fuerzas es inmenso. Infinito. Indescriptible. Nos descoloca de tal manera, nos rompe con tanta intensidad, que ya no volvemos a ser los mismos. 

Quedamos en estado de shock durante mucho tiempo. Y lo más probable es que nunca nos recuperemos del todo de esa pérdida porque condicionará cada decisión que tomemos, cada miedo que tengamos, cada aliento de nostalgia, cada lamento, cada arruga en el corazón, cada minuto de añoranza, cada abrazo que necesitamos y no tenemos.

Sin embargo, puedo aseguraros de que es verdad eso que dicen de que lo que no te mata te hace más fuerte.

Aprender a vivir sin esa persona, ser capaces de encontrar nuevas sonrisas, enfrentar cada nuevo día con ganas de vivir, de seguir en pie luchando por lo que realmente anhelamos, nos convierte en una nueva persona. En una persona que posiblemente no seríamos si no hubiésemos perdido con esa magnitud.

Sentir que nos hemos reconstruido aunque sea un poquito frente a esa inmensa adversidad nos hace percatarnos de nuestra valía interior. Eso que nosotros descubrimos con el paso del dolor y del tiempo y que reconocemos en esos momentos en los que nos da por hablar con nosotros mismos. Eso de lo que nadie podrá ser consciente jamás por más que intenten descifrar lo que esconde nuestras pupilas.

Solo el que ha tenido que decir adiós a un ser querido sabe lo que es perder realmente.

Solo el que ha sentido ese dolor devastador apretándole fuertemente el pecho, sabe lo que significa una verdadera derrota. Todo lo demás se puede esquivar, la muerte es invencible.

Y de nada sirven las lágrimas derramadas, de nada sirve gritar lo más alto que nos soporte nuestra garganta, ni dar puñetazos para aliviar toda la ira y el dolor. Es el tiempo quien cierra un poco las cicatrices. Es el tiempo y su vaivén quien nos enseña a ser una nueva versión de nosotros mismos.

Después de habernos sentido muertos, después de habernos sentido devastados y totalmente perdidos, como desanclados del universo, miramos al mundo con ojos distintos. Ni mejor ni peor. De forma muy distinta.

Las decepciones ya no duelen igual. Nos llevamos chascos pero no nos derrumbamos.

Los problemas ya no nos parecen tanto problema. 

Nos volvemos fríos. Nuestro corazón es mitad escarcha.

Sabemos que somos guerreros capaces de encontrar salida a cualquier desventaja.

Y entendemos que ser guerreros no es ponerse unos guantes y golpear un saco de boxeo (aunque ayude bastante a creérselo, al menos a mí), ser un guerrer@ es haberse sentido muy muert@ y sentirse viv@ otra vez.

Nos volvemos fríos y nuestro corazón es mitad escarcha. Somos muy conscientes realmente de que no habrá nada que nos duela tanto como perder a quien amábamos y seguiremos amando de por vida. Porque incluso tras esa pérdida hemos sido capaces de encontrarnos a nosotros mismos otra vez. De resurgir, de reubicar nuestra esencia, de seguir.

Nos volvemos fríos y nuestro corazón es mitad escarcha, pero ahí seguimos, viviendo a pleno pulmón, con todas nuestras ansias, siendo capaces de amar con todas nuestras fuerzas con la otra mitad.

PERDER A UN SER QUERIDO ES LA EXPERIENCIA MÁS DEVASTADORA DE LA VIDA, pero también es la que más te enseña. De todo se aprende. De todo lo malo que nos sucede se puede sacar algo positivo.

Perder te enseña cosas de la vida que no conocías, te demuestra qué personas están a tu lado y las que nunca estarán, te demuestra la importancia de los que siguen contigo día a día, aunque a momentos no se comporten como hubiéramos deseado, te enseña quién eres en realidad, lo que puedes llegar a ser y lo que nunca serás.

Perder a un ser querido es la derrota más dolorosa. Es la única batalla para la que nunca estaremos preparados. Por más que intentemos concienciarnos, por más que intentemos anticiparnos, cuando la muerte golpea rompe todos nuestros esquemas y nuestras estrategias.

¡Un beso congelado!