5/23/2016

IMPORTA MUCHO MÁS LO QUE TÚ PIENSAS DE TI MISMO QUE LO QUE OTROS OPINEN DE TI...

¡Queridos freezers!

Mientras degusto un café imaginario, un cappuccino decorado con copo de nieve de cacao en una taza gigantesca, quiero hablaros de algo que tanto en nuestra época adolescente como a día de hoy, a veces, nos sigue importando.

La opinión de los demás sobre nosotros.

Y queridos, hay personas a las que les encanta hablar de la vida de los demás, decidir sobre la rutina, sus deberes y obligaciones, intentar forzarles a ser personas que no son…

¿Cuántas veces nos hemos sentido mal por lo que otros opinen de nosotros? ¿En cuántas ocasiones hemos necesitado un piropo o un halago de otras personas para sentirnos mejor en los días grises?

¿Cuánto hemos hecho el idiota intentando ayudar a todo el mundo por temor a dejar de caerle bien a la gente que nos cae bien? 

¿Cuántas veces nos hemos sentido derrumbados al darnos cuenta de que no significamos para otras personas lo que ellos son para nosotros?

Todos estos interrogantes aparecieron en mi cabeza, a modo de recordatorio de tiempos pasados, el día que me encontré con la frase de Lucio Anneo Séneca:

Importa mucho más lo que tú piensas de ti mismo que lo que los otros opinen de ti.” 

Al igual que en mi artículo anterior os decía que había que aprender a que el dolor no nos hiciera sufrir más de la cuenta, hoy creo que debemos aprender a que no nos importen tanto las opiniones de los demás.

Requiere tiempo y mucha, mucha paciencia. ¡Síii!

Al leer la frase me di cuenta de que si al mirarnos al espejo vemos algo que nos gusta y estamos orgullosos de nosotros mismos, es más probable que lo que otras personas tengan para decir a cerca de nuestra persona no nos importe hasta el punto de colapsarnos.

¡A todos nos gusta agradar!¡Claro que sí!

Sentir que las personas que nos rodean nos tienen cariño, que nos consideran buenas personas y que les caemos bien, y que incluso con suerte les alegremos el día si se cruzan en nuestro camino.

¿A quién no?

Hasta el más pasota del mundo, y aquel que cree que no necesita a nadie, conoce la realidad. Somos seres humanos que necesitamos interactuar, necesitamos gestos de cariño, amor, amistad, sentirnos parte del mundo o de algún lugar. 

Y nuestro mundo, nuestros lugares favoritos, reconozcámoslo, son los que están formados por la gente que apreciamos. Por mucho que nos guste tener momentos de soledad para nosotros y nuestros pensamientos, al reflexionar fríamente, si nos diesen a elegir estoy segura de que no nos decidiríamos por los lugares a los que acudimos para estar solos.

Porque al final somos los lugares que compartimos con la gente que nos importa. Somos una sucesión de momentos, de palabras y de sonrisas. Pero eso lo dejaremos para otro día, para otro artículo.

Para poder apreciar esos momentos de complicidad, lo primero que tenemos que hacer es mirarnos al espejo, reconocernos en el extraño que se refleja, valorarnos como debemos y darnos cuenta de que solo con nosotros mismos vamos a convivir toda la vida.

¿Y si no nos gustamos a nosotros?

Ese debería ser el único dilema de vital importancia.

Llegamos al mundo en soledad y nos iremos solos, y mientras tanto a la primera persona que hemos de agradar es a nosotros mismos, porque somos los que vamos a vivir junto a nuestro careto y nuestra persona durante el tiempo que dure nuestra vida.

No han de importarnos las opiniones de los demás. Aunque podemos tenerlas en cuenta, no deberían en ningún momento ser el motor que guíe cada uno de nuestros pasos.

¡Porque no se acaba el mundo! No importa si no le gustamos a alguien, no importa si no nos devuelven el amor y las sonrisas que entregamos, no importa si alguien quiere cambiarnos porque no le gusta lo que ve frente a él.

¿Nos gustamos a nosotros? ¿Sí?

¡Pues a caminar hacia delante! ¡Un paso tras otro!

Eso debería ser lo único importante. Caminar. Vivir. Seguir en pie. Luchar por nuestros sueños.
Aunque a veces dudemos de si estamos haciendo las cosas bien, aunque tengamos miedo del futuro, aunque veamos poco claro el presente…

Aunque temblemos a la hora de tomar alguna decisión, si nos acostamos con una sonrisa y nos levantamos aceptándonos, todo será más fácil.

Pero a veces cuesta un montón. Que nos resbalen las palabras de los otros, que no nos hagan daño las palabras que salen por su boca. 

Sucede que a veces las personas que nos rodean nos increpan, nos decepcionan, nos hacen sentirnos derrumbados con sus comentarios dañinos, sus miradas de reproche.

A veces es difícil. ¡Pero no hay nada imposible!

Debemos ser nosotros mismos. Aceptarnos. Querernos. Valorarnos. 

Estar orgullosos de la imagen que se nos presenta cada mañana en el cuarto de baño cuando nos lavamos la cara al despertar, debe ser lo primordial.

Debemos reivindicar nuestra propia esencia, nadie puede quitárnosla, nadie es superior a nosotros para robarnos nuestra libertad de ser quien queramos ser.

Freezers

¿Qué tal si aprendemos a que no nos importen tanto las opiniones de los demás sobre nosotros?

¿Lo intentamos?

¡Un copito de nieve!

5/09/2016

EL DOLOR ES INEVITABLE, EL SUFRIMIENTO ES OPCIONAL

¡Queridos Freezers!
 
Con el café de la tarde, mientras la vida revolotea a mi alrededor, quiero reflexionar sobre el dolor. 

Ese sufrimiento que nos resquebrajaba por dentro y que puede llegar a marchitarnos por completo aunque nuestra mañana haya amanecido soleada y brillante. 

En el momento más inesperado o como coletazos de una tormenta previsible, las nubes negras a veces simplemente se acercan.

Esa sensación de angustia que consigue noquearnos, hacernos caer, dejarnos dormitando en el sofá durante minutos que parecen eternos con una huella de tristeza en nuestra sonrisa.

Ya lo dijo Buda: El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional.

Hace tiempo que una amiga valenciana me descubrió una frase que cambió mi manera de ver las cosas. El cambio no fue de la noche a la mañana ¿eh? No me creáis tan fría y despiadada, ni tan poderosa. (Puede que ahora se os caiga el mito de Beka Von Freeze :P) Me ha llevado muchos meses acostumbrarme.

Pero cuando ella me la dijo, fue como una ruptura de ese chip que me encadenaba al sufrimiento gratuito cada vez que una persona intentaba hacerme daño. La misma persona y su poder. Solo la familia puede ser capaz de levantarte y tirarte por el suelo en un simple comentario ¿verdad?

—Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento—me dijo mi amiga—. Es de Eleanor Roosevelt y recuérdala cuando te vuelvan a hacer daño, porque lo harán hasta que tú lo decidas.
¿Cómo os habéis quedado?

Seguro que al releerla os habéis sentido identificados. ¿A quién no le han hecho daño alguna vez?
Reconozco que esta frase consiguió dejarme sin aliento durante algunos días. Incluso la escribí en todas mis libretas para tenerla más presente y no olvidarla con el apogeo de la rutina.

Si a la frase de Eleanor, que me descubrió mi amiga Maite, le sumo la de Buda que da título a este desvarío congelado, llega una nueva filosofía capaz de cambiar mi vida, de mejorarla.

Y con los cabreos que me pillo a veces, es de lo mejor que he encontrado, junto al Kick Boxing, claro, para que las cosas que tanto me afectaban antes no logren lastimarme de la misma manera.

Desde luego no soy imbatible, pero a mis enemigos ahora les cuesta un poco más sacarme de quicio. Ya no lloro de rabia, ahora solo lloro de felicidad. Y las depresiones post-discusiones ya no son duraderas, ya no laceran, no parten en dos. En cuestión de minutos se evaporan como las nubes negras que siempre se alejan y dan paso al sol.

Porque ya lo dicen en mi película favorita: Nunca llueve eternamente.

¿Cuántas veces os habéis tambaleado con los comentarios de otras personas?

¿En cuántos momentos habéis dado el poder de lastimaros a personas que no se merecen ni que os sintáis tristes?

¿Cuántas veces os han hecho sentiros inferiores o derrotados?

Sabemos que las cosas solo nos hacen daño si nosotros queremos. Lo tenemos muy claro. Sin embargo luchar frente a ese dolor a veces se torna insoportable, es un trabajo de gigantes porque nos pilla con las defensas bajas, con el día turbio, con la melancolía y la tristeza golpeando la puerta de nuestro corazón esperando para entrar…y claro…

¡Zas! ¡Nos venimos abajo! Y el dolor nos abraza tan fuerte que nos hace suyos, nos consume, nos marchita.

Y entonces recordamos que el dolor está en la mente. Que somos nosotros quienes elegimos cómo hacemos frente a ese dolor. Y solo existen dos maneras: luchando y eliminándolo o continuar abrazándolo con todas nuestras fuerzas y dejándonos llevar.

Durante muchos años de mi vida he sido de las que se han embarrado en el dolor. No mancharme un poquito, ¡no! Llenarme de barro hasta los dientes. Sí, siempre he tenido un lado un poco masoca… ¡Lo reconozco!

El dolor de miradas ajenas, de desprecios, de comentarios malintencionados, de echadas en cara, de complejos, de recordatorios de tiempos pasados…

Sí. A una parte de mí le gustaba flagelarse con esos recuerdos, ponerse más y más roja de ira, gritar por los agravios que habían cometido contra mi persona, una y otra vez.

Si pienso fríamente sobre ello me doy cuenta de que si volvía, si regresaba, a esa clase de recuerdos durante días, era porque yo misma no me valoraba como debía hacerlo.

Dudas, ¡dudas everywhere!

Es el momento en el que el tiempo avanza cuando te das cuenta de que ahora ya no eres la misma persona que eras entonces. Que has necesitado de un tiempo para conocerte, valorarte, quererte a ti misma y sentirte. Y que aquello que te hacía tanto daño ahora apenas consigue lastimarte.

Es un proceso personal que todos hemos de vivir y que cuando se consigue hace que nos sintamos orgullosos de nosotros mismos. 

Hemos de aprender de los golpes verbales de esas personas que se supone que nos quieren. Porque seamos sinceros, no hace daño quien quiere sino quien puede, y nuestra familia o las personas más cercanas a nosotros, si quieren: pueden.

Hemos de aprender a esquivarlos, a aceptarlos, a enfrentarlos. Hemos de hacernos fuertes. Solo así nos acostumbraremos tanto a ellos que cuando vuelvan a pronunciarlos nos entre la risa.

Y sí, queridos freezers, llega ese momento en el que alguien intenta lastimarte y en vez de enfadarte, entristecerte o hacerte dudar, lo único que consiguen es que te deshagas en carcajadas.

Y así es, como últimamente, me enfrento a los comentarios con dobleces y a las tonterías. Con sonrisas. He hecho caso a Eleanor, a mi amiga Maite y a Buda.

Y la verdad es que mi corazón se encuentra mucho mejor.

Un par de puñetazos al saco y muchas sonrisas, junto a personas mágicas y frases inspiradoras y todo se ve de distinta manera.

Porque somos nosotros quienes elegimos lo que nos hace daño y lo que no.

¡No permitáis que os hagan sentir inferiores! ¡No permitáis que os hagan daño!

Miraos al espejo y estad contentos con lo que veis. Esa es la única manera de seguir sonriendo. Pensad que las únicas personas con las que tendréis que convivir a diario, toda vuestra vida, sois vosotros mismos.  

No os decepcionéis. ¡Sed fuertes!¡Plantadle cara al enemigo! ¡Sonreíd! ¡No se lo pongáis tan fácil!

El que quiere…puede…

El dolor es inevitable…el sufrimiento es opcional…

¡Un abrazo escarchado y muchas sonrisas!