6/22/2016

EL QUE HA NAUFRAGADO TIEMBLA INCLUSO ENTRE LAS OLAS TRANQUILAS...

¡Queridos freezers!

Con el anochecer oscureciendo la ciudad, y tras encontrar esta frase: El que ha naufragado tiembla incluso entre las olas tranquilas, en la lista de artículos pendientes, me lanzo a reflexionar sobre los naufragios y las olas tranquilas.

Para que  podáis leer estas líneas cuando el sol reviente.
¿Habéis naufragado alguna vez?

Imaginad una isla desierta. Cerrad los ojos y visualizaos a vosotros mismos sobre una tabla de madera en medio del mar, mientras unas olas agresivas os azotan sin piedad y os hacen tragar agua al intentar sobrevivir.

¿Sentís la angustia? ¿Sentís el dolor en el pecho, la ansiedad, el ardor en la garganta y las palpitaciones en las sienes frente al peligro inminente?

Imaginad que después de un tiempo en el que os habéis creído muertos conseguís llegar a la orilla, y os quedáis allí tumbados, agotados…

¿Os recuerda a alguna situación vivida?

¡Entonces estoy segura de que habréis naufragado!

De hecho no creo que exista una sola persona en el planeta tierra que no se haya sentido como un náufrago emocional en algún instante preciso de su vida.

Yo me he sentido naufragar muchas veces. Demasiadas.

Conozco la sensación a la perfección. Sé lo que es que la angustia te agriete la piel, que la ansiedad te apriete fuertemente el pecho y pienses que te vas a derrumbar, que vas a colapsarte en segundos para caer derrotado en el suelo.

Unas veces las caídas han sido más ligeras, otras sin embargo me he sentido demasiado muerta y me ha costado mucho volver a sentirme bien, volver a sentirme yo. 

Y sino que se lo pregunten a mi lado emo adolescente…

He naufragado, me ha invadido la tristeza, me he sentido perdida, tanto que cuando siento que las cosas van bien tengo miedo de que suceda algo y que todo cambie.

¡Es inevitable!

Aunque mi mente quiera ser positiva, aunque me ponga a recordar todo lo bueno pasado, todo lo maravilloso que estoy viviendo y mis labios se deshagan en sonrisas,…

En el fondo de mi mente hay un pequeño interruptor parpadeando.

Parpadea. Una y otra vez. Sin cansarse. En señal de alerta.

Parpadea con el único propósito de recordarme que las cosas se pueden volver a torcer.

Ese recordatorio es como una luz brillante en el cielo de mi alma al anochecer, aunque yo quiera cerrar los ojos para no ver su resplandor, a veces, es mucho más fuerte que yo.

Es como un post it pegado en las solapas de mi libreta personal donde voy escribiendo mi vida y que cada vez que la abro me recuerda lo que puede suceder. 

Es por ello que a veces siento miedo.

Tiemblo hasta cuando miro al frente y el oleaje de mi playa está tranquilo.

Tiemblo porque sé lo que es sufrir y ahora que estoy bien no quiero que nada enturbie mi caminar. No quiero cielos grises ni tormentas. Quiero sonrisas. Muchas.

Quiero exprimir cada segundo sin que la sombra de lo malo vivido me persiga. Quiero bañarme en el mar sin miedo a que el oleaje cambie con las mareas y se ponga bravo de repente.

Y entonces respiro hondo, focalizo el presente y sé que agobiarme por lo que pueda o no suceder es algo que provoca que pierda mi tiempo. Y es tan valioso...

Y entonces respiro más hondo todavía y sonrío.

Sonrío. Porque las cosas me van bien y voy a hacer todo lo que posible para que sigan así.

Porque como superviviente a unos cuantos naufragios sé que el oleaje ahora está tranquilo, y al final es lo único que importa.

Aprovechar el momento. Vivirlo al máximo. Sentirme viva.

Y es que cuando nos hemos sentido muertos, reconocemos enseguida cómo es el sentirse feliz y vivo de verdad.

Cuando nos hemos sentido perdidos sabemos muy bien lo que es sentirse pleno, sentirse parte de nosotros mismos, sentirse alguien.

Cuando hemos caído sabemos que hay cosas que no dependen solo de nosotros mismos, y que no todas las personas que nos rodean nos quieren bien, hay quienes nos envidian por cualquier motivo e intentarán hacernos caer.

Es parte del ser humano.

Así como la vida y la muerte van unidas, así como la felicidad y la tristeza no podrían existir la una sin la otra...

Joder al prójimo también entra en la lista de “cosas por hacer” de algunas personas.

Así que aprovechad el momento, dejaos llevar por las olas, y luchad. Luchad por sobrevivir al naufragio, por vivir de verdad, por sonreír.

¿Lo intentamos? ¿Navegamos juntos?

A los supervivientes, a los que están luchando para quitarse de encima a las personas tóxicas,...

¡Mucho ánimo! ¡Luchad por vuestro corazón con uñas y dientes!

Porque el oleaje cambiará. Todo depende de la luna y de las estrellas…

¡Una enorme sonrisa para los que intentan luchar!

¡Un copito de hielo para los que joden!
 

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