Hoy, mientras el regustillo del café de la tarde se
muere en mi boca, quería reflexionar sobre el parecer/ser diferente. Y como a
algunas personas no les gustan aquellos que lo son.
Digo parecer porque si de verdad nos preocupáramos
en saber lo que se esconde dentro del corazón de las personas que nos rodean,
nos daríamos cuenta de que en el fondo no somos tan distintos como creemos.
En un mundo de copias y clones donde la mayoría de
las personas visten de la misma manera, hablan con las mismas expresiones y se
mueren por las mismas cosas, está mal visto ser diferente.
¡Sí, en pleno siglo XXI!
Aunque algunos vayan de modernos y de avanzados para
sus tiempos, en muchos aspectos hay quienes siguen siendo unos cabezas huecas y
todavía miran por encima del hombro a las personas que parecen diferentes a
ellos.
Lo digo con conocimiento de causa. Por mi forma de
ser, de comportarme, de vestir o maquillarme, he tenido que sentir las miradas
más de una vez.
E incluso también he tenido que aguantar comentarios
sobre mi forma tan poco femenina de vestir o sobre mi llamativo maquillaje, sin
olvidar aquellos que intentan ridiculizarme por la cantidad de piercings o tatuajes que llevo, o porque
sea una infantil y una freak que no
ha madurado.
¿En serio solo tienes eso para mostrarme? ¿Tu
disconformidad hacia mi persona?
¡Todos juzgamos! No seré yo la que vaya de santa a
estas alturas de la vida. Cuando me lo propongo puedo llegar a ser muy hija de
puta, porque sí, Freezers, yo también
sé criticar y lanzar miradas asesinas cuando me siento amenazada.
Sé lo que es sentirse una mierda y que otros te
hagan creerte un bicho raro, por lo que no suelo ridiculizar a nadie, pero
cuando intentas que me venga abajo…oh,
oh! Danger! Yo también puedo comportarme como una perra, y ahí es cuando
suelto los comentarios irónicos a los que las personas no suelen estar
acostumbrados dada la cara de perplejidad que se les queda. Eso o que
sencillamente su cerebro no los entiende. Que también puede ser el caso.
Hay personas para las que el heavy metal era algo que
escuchaban cuando eran jóvenes y rebeldes y seguir escuchándolo es señal de no
haber madurado. Para los que los tatuajes son una moda que ya debería haber
terminado, y para los que los números de piercings que llevas es una forma de
definir si te pareces a un colador de leche o aún te quedan algunos agujeros
más para llegar a serlo.
Lo que está claro es que en esta sociedad en la que
vivimos, o en la que muchos quieren que vivamos, cada día abundan más los
clones y las copias. Son las actrices, las modelos y las pasarelas quienes
marcan si estás in o out.
Basta con salir a la calle y echar un vistazo a los
adolescentes y no tan adolescentes. No distan mucho de ser aquellos que nos
rodeaban cuando éramos jóvenes e inocentes y cuando ser gótica era una
auténtica putada y les servía a los de tu alrededor para tener un foco en el
que centrar sus burlas.
Ahora cuando miro hacia atrás, me siento súper
orgullosa de aquella Rebeka medio punk, medio heavy, medio gótica, que a pesar
de sentir las miradas sobre ella seguía siendo como era, y que prefería estar
sola o sentirse sola antes que ser una más del rebaño.
Ahora cuando miro hacia atrás, me doy cuenta de que
sigo perteneciendo a una minoría, y ¡que me encanta! Porque sé que no me
equivoco al pensar que la mayoría de las personas que conforman esa minoría son
más sinceras, más amigables y más abiertas de mente de lo que nunca podrán ser muchas
otras personas.
Porque sí, aunque a muchos les joda, a mis 30 sigo
escuchando death metal, sigo siendo heavy, vistiendo con camisetas heavy
(aunque como dicen algunos miembros de mi familia, vistes más light que entonces cuando llevabas las
medias todo rotas y parecía que te habían apaleado) y vaqueros rotos, mis Converse y mis Dr. Martens, porque sí, cuando me pongo tacones acabo de ellos
hasta las mismísimas narices. Aunque las New
Rock siguen en el armario por si un día me da por ponerme las faldas de tul
y los corsés de nuevo.
Sigo pintándome los ojos negros y los labios del
mismo color cuando no tengo el día de carmín rojo. Y ya no necesito los bazares
para ello, ahora los labiales negros me los vende Sephora gracias a la colección de KAT VON D. ¡Cómo han cambiado las cosas, y cuánto me alegro!
Sigo haciéndome nuevos pendientes, y sigo tatuándome
nuevas delicias, porque sigo siendo yo.
Porque ser como era entonces no era por
culpa de la edad o la rebeldía, sino mi propia personalidad rebosando por todos
los poros de mi piel. Y sí, puede que ahora sea una versión más descafeinada de
mí misma, porque como todas las personas yo también he evolucionado aunque
piensen que no y ahora me encuentro cómoda de esta manera.
Y sé que seguiré creciendo, evolucionando y mutando
de piel, y que una parte de mí seguirá ahí, intacta, envejeciendo conmigo y
definiéndome, seguiré perteneciendo a una minoría y ahí radica el verdadero
encanto. Sentirse parte de un mundo que no todos comprenden y que por mucho que
lo pretendan nunca comprenderán.
Y la moda seguirá evolucionando, y cuando algunos se
hayan cansado de llevar el pelo rapado por un lado y largo por otro, cuando se
hayan cansado de usar colores estridentes, tú seguirás llevándolo de esa manera
porque ya lo hacías mucho antes, (excepto lo del pelo de colores que de tanta
decoloración al final me voy a quedar calva y una ya tiene una edad, con cubrir
las canitas vale) y te reirás, porque hay modas que pasan de moda, pero
personalidades que siguen fuertes y con carácter propio.
Y puede que muchos piensen que cierta tatuadora
ahora es súper cool, y se pongan su
maquillaje porque es un bombazo, pero para ti ya lo era mucho antes, y lo
seguirá siendo cuando el boom haya
finalizado, porque sabes que todo lo que sube, baja, pero que como siempre, tú
y los que pertenecen a tu cultura, seguirán ahí, apoyando su trabajo.
Así que, me da igual que me miréis por encima del
hombro, que penséis que solo soy una adolescente radical en el cuerpo de una
treintañera. Me da igual que no os gusten mis piercings, ni la música que
escucho porque solo es ruido para vosotros, me da igual que queráis convertirme
en una pija, que deseéis que tenga hijos para que madure o deje de ser una freak infantil. Me da igual que os
disgusten mis tatuajes y os den ganas de vomitar.
Sabéis ¿por qué?
Porque más arcadas me entran a mí cuando os
veo. Siendo como otras personas quieren que seáis, para poder sentiros a gusto
dentro de un grupo, para poder sentiros bien formando parte de una comunidad.
¡Un poquito de personalidad!
¡Un poquito de abrir la mente!
Por eso me encanta viajar. Salir de esta pequeña
ciudad donde lo diferente está mal visto.
Porque cuando visitas una gran ciudad o viajas a
otras ciudades europeas: NADIE SE FIJA EN TI. Puedes ser quién te de la real
gana ser porque nadie te critica, ni te mira por encima del hombro, ni te
juzga. Viven y dejan vivir.
Y en el fondo creo que todo radica en que tienen más
cultura.
Creerse diferente. Parecer diferente. Gustar lo
diferente…
¿Vosotros también habéis sentido esas miradas de desprecio? ¿De no aceptación?
¡Un snowflake!
Yo sí que me he sentido así, en muchísimas ocasiones.
ResponderEliminarSiempre he sentido una necesidad profunda por encajar en cualquier lugar que piso y, a pesar de ser consistente de ello e intentar evitarlo, no puedo. Me encanta la aprobación de los demás, aunque a todos nos gusta (y quién se atreva a negarlo, que me diga que no le sacan una sonrisa cuando dan a me gusta en sus publicaciones en blogger o una foto de facebook...)
Personalmente, cada vez me dan más asco los convencionalismos. Y no me refiero a la moda o al color de pelo, sino a los juguetes rosas y azules, al yoga como estilo de vida porque queda bien en instagram y a los DIY con frases motivadoras porque todos somos boggers súper-creativos-mega-positivos.
Como tú dices, el valor de una persona no se ve en el color de la ropa, pero cada vez que veo una nueva promesa del blogger con falta de quilos y hablando como si fuera la mejor amiga de Tamara Falcó a mí también me da por despreciarla. Ya ves, sin conocerla, me convierto en alguien igual de superficial que la gente que te mira con desprecio. Tal vez yo también merezca que me miren de ese modo (porque también lo hacen, aunque no sea por mi forma de vestir o la música que escucho), pero ¿sabes qué? ¡Qué les jodan! Que miren para otro lado sino les gusta.
En serio, pienso que todos queremos encajar. Pero no a cualquier precio. No creo que encajar esté reñido con ser diferente. De hecho no creo que se trate ni de ser diferente, tan solo ser uno mismo. Cuando eres tú mismo destacas sobre el resto de mundanos y encajas con los tuyos, porque ellos te encuentran. Te afianzas en tu propia comunidad y lo demás deja de importante.